En el momento de la
conquista española, el área de mayor desarrollo cultural era en
América del Sur era la central andina, amplia faja de terreno
que comprendía la totalidad del actual Perú, parte de Chile,
parte del oeste boliviano y una pequeña zona del noroeste
argentino.
A través de la etnohistoria
y de la arqueología sabemos que los incas formaron parte de toda
una serie de tribus pequeñas originarias de los alrededores del
Cuzco.
Los incas eran gobernados
por el gran Inca o Sapa Inca, quien gozaba por derecho divino de
un poder absoluto. Era auxiliado por una pequeña élite integrada
por moles, militares y sacerdotes, los cuales conformaban la
alta nobleza que mantenía poder, privilegios y riquezas frente
al resto de la población.
En su mayoría, los incas
pagaban sus impuestos en forma de trabajo o mita proporcionando
al estado una fuente permanente de mano de obra que se utilizará
la construcción de extensas redes de carreteras tanto en la
costa como en la sierra; grandes almacenes controlados por el
estado, plazas públicas, palacios santuarios, puentes colgantes
elaborados con fibras vegetales lanzadas; andenes o terrazas
edificados en las laderas de las montañas que permitieron el
desarrollo de la agricultura en las alturas; la edificación de
Ciudad es fortaleza como la de Machu-Piccha, la elaboración de
Pizano y plata.
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Ollantay
Existe una leyenda que
habla de las hazañas de Ollanta, personaje popular que sintetiza
el alma indígena, de modo que su conducta y sus sentimientos se
apegan a la dignidad quechua. Esta leyenda proporcional tema de
la pieza teatral llamada Ollantay. He aquí el argumento:
Ollanta, valiente y honrado
general de los ejércitos del inca, se enamora de la bella
princesa Ccusi-Ccoyllur; como ésta le corresponde, según en
secreto. Ccoya, la madre de la joven, prever el amor a Pachcútec,
su esposo y rey, quien encolerizado por el sacrilegio manda a
Ollanta a la guerra y encierra su hija en la casa de las
vírgenes reales, donde nace Ima-Súmac, fruto de las infortunados
amores; separan a la hija de madre y ante la pequeña como
huérfana.
Decepcionado por la
desaparición de su amor, el guerrero se rebela contra el poder
real; resiste siquiera fortaleza que lleva su nombre en la
ciudad de Tambo, y después de años de lucha, en terrible batalla
vez el ejército Inca.
Astutamente, el general
Rumi-Ñahui se fije desertor de Pachcútec y se acoge a la bondad
de Ollanta. Ésa noche, mientras duermen, franquear la entrada
del ejército real y Ollanta es hecho prisionero; entonces se
sabe que Pachcútec murió, por lo que será su hijo sucesor, el
nuevo Túpac-Yupanqui, que lo juzgue. El inca no perdona, lo
nombró su representante en la comarca de Anti-Suyo y lo insta a
casarse. Ollanta, embargado por el llanto empieza a contar su
dolor cuando, de pronto, ni interrumpe los gritos de una niña,
es Ima-Súmac; su nodriza le dijo que es una de y la condujo a la
celda donde ella está prisionero; la pequeña tiene merced al
inca y lo lleva ante la infortunada. Al ver a la princesa,
hermana a quien creía muerta, la libera y la nodriza revela toda
la verdad. El inca, Ollanta y Ccusi-Ccoyllur se reconoce. El rey
sella la unión entregándoles a la niña para qué vino felices.
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