Echa en el hombro la
industriosa azada,
labra tu viña, planta
tus parrales,
la fresca vid al álamo
arrimada;
haz en tu huerto al
agua sus canales,
con esto agotarás la de
tus ojos,
quedando claros para
ver tus malos.
Ocúpate en arar nuevos
rastrojos,
y escardando en el
trigo las espinas
arrancarás del alma los
abrojos.
Busca en las selvas
entre flores finas
el cuidadoso enjambre,
edificando
en secos troncos sus
laboriosas minas.
En esto irá tu corazón
cobrando
un alivio tan poco
conocido
que aun sin él pensarás
que penando.
Fíngete sano, ya me ha
acontecido
fingir que duermo y,
con estar despierto,
hallarme, sin saber
cómo, dormido
(...) |