Antes de
profundiza en el tema, tenemos que ver a la literatura
de transición, o sea, la que sirve de puente entre los
historiadores y cronistas por un lado, y los poetas
cortesanos o cultivadores del barroco, por el otro.
Dicha transición toma cuerpo a través de la ya arraigada
costumbre escénica, y también gracias a la tarea de tres
autores:
Durante la edad media,
como parte de las festividades religiosas, significaba
una obra sencilla llamada auto sacramental, cuyo
argumento procedía de la Biblia. Esta antigua costumbre
la adoptaron los primeros misioneros cuando iniciaron la
cristianización de los indios.
Los franciscanos y
dominicos crearán nuevos autos sacramentales, cuyos
temas giraban en torno de los misterios de la fe
cristiana, los aspectos litúrgicos y las vidas de los
santos.
Garibay traduce del
náhuatl el Auto de los Reyes magos, atribuido a
fray Andrés de Olmos.
Conforme avanzó la
catequización de los indígenas, el auto sacramental dio
lugar al teatro religioso y filosófico, más artístico,
como: Coloquios, escrita por Fernán González de
Eslava. Posteriormente, la vida colonial con mayor
ímpetu artístico permitió la aparición de las tres
grandes figuras del barroco mexicano:
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