Francisco Javier
Clavijero, historiador y religioso. Fue hijo de padre
español y madre criolla, nació en el Puerto de Veracruz
(México) el 6 de septiembre de 1731, murió en Bolonia
Italia el 2 de abril de 1787.
Su padre trabajaba para
el gobierno de la corona española por lo que la familia
se trasladaba de una población a otra constantemente, y
casi siempre en regiones con fuerte presencia indígena,
así fue como desde niño aprendió la lengua náhuatl,
lengua que le serviría más tarde, cuando se convirtió en
maestro misionero e historiador. Vivió la familia en
Teziutlán Puebla, y más tarde en Jamiltepec Oaxaca, en
la región Mixteca del estado.
Escribe su biógrafo
Juan Luis Maneiro: tuvo desde pequeñuelo ocasión
oportuna de tratar íntimamente con gentes indígenas, de
conocer a fondo sus costumbres y naturaleza, y de
investigar con suma atención cuanto de especial produce
aquella tierra, fueran plantas, animales o minerales.
Por su parte los indígenas no habían elevado monte, ni
cueva oscura, ni ameno valle, ni fuente, ni arroyuelo,
ni otro lugar que atrajera la curiosidad, a donde no
llevaran al niño para agradarlo (...)
Sus primeros estudios
los efectuó en la ciudad de Puebla, allí asistió a los
colegios de San Jerónimo donde estudió la gramática y
San Ignacio a cargo de jesuitas en donde inició sus
estudios de filosofía, latín y teología, al terminar sus
estudios, sintió vocación por el sacerdocio e ingresó al
seminario en la ciudad de Puebla, en donde estuvo muy
corto tiempo pues decidió convertirse en sacerdote
jesuita por lo que en febrero de 1748 se trasladó al
colegio que la orden de los jesuitas tenían en Tepoztlán
Morelos, allí perfeccionó sus conocimientos de latín,
además que aprendió griego antiguo y los idiomas
francés, portugués, italiano, alemán e inglés.
Su conocimiento de
tantos idiomas le permitieron dedicarse a estudiar
distintas culturas, estudios que le servirían más tarde.
En 1751 fue enviado de regreso a Puebla, se dedica a
profundizar en el estudio de la filosofía, entre sus
lecturas están escritores como Descartes, Newton,
Leibniz y muchos otros más, de esa época de su vida
viene el interés que siempre tuvo por la filosofía del
pensamiento crítico moderno, y lo llevarían a plantear
la necesidad de transformar los estudios científicos y
filosóficos que se impartían en el ambiente colonial de
la época.
A continuación fue
enviado a la Ciudad de México para que completara su
formación teológica y filosófica en el Colegio de San
Pedro y Pablo, allí convivió con estudiantes de la talla
de José Rafael Campoy, Andrés Cavo, Francisco Javier
Alegre, Juan Luis Maneiro, Pedro José Márquez y otros
más que han sido llamados "los humanistas mexicanos del
siglo XVIII". En ese tiempo, cuando aún no había
concluido sus estudios, se dedicó a la docencia por
algún tiempo, fue prefecto del Colegio de San Ildefonso.
Tiempo después como un hecho excepcional ya que aún no
había sido ungido con las órdenes sacerdotales, sus
superiores le encomendaron la cátedra de retórica en el
Seminario Mayor de los jesuitas.
Hacia 1755, Clavijero
fue consagrado sacerdote jesuita y a partir de entonces
se dedicó por completo a actividades ligadas a la
docencia e investigación, estuvo impartiendo enseñanza
en el Colegio de San Gregorio, creado al inicio de la
colonia para impartir educación y formación cristiana a
jóvenes indígenas, allí pasó cinco años durante los
cuales al margen de sus labores docentes se dedicó a
seguirse cultivando.
Dice su biográfo Juan
Luis Maneiro: [...] En esos cinco años —añade Maneiro—,
examinó con ojos curiosísimos todos los documentos
referentes a esta nación [mexicana], los que, como
dijimos antes, se conservaban en gran número en el
contiguo Colegio de San Pedro y San Pablo, y con enorme
esfuerzo sacó de allí preciosos tesoros que más tarde
dio a conocer para el bien público en la historia que
dejó a la posteridad (...). Sin embargo su paso por
el Colegio de San Gregorio no estuvo exento de
percances, en una carta fechada el 3 de abril de 1761,
el padre Pedro Reales provisor de la Orden de la
Compañía de Jesús le reclama: de haber sacudido
enteramente el yugo de la obediencia, respondiendo con
un no quiero a lo que se le encarga, como ayer sucedió,
o por lo menos esa respuesta se le dio al superior, que
a la verdad no sé qué camino tomar para que Vuestra
Reverencia se componga y
contenga en su deber. Mudanza
de lugar es poco remedio, y ninguna satisfacción a la
vida y ejemplo que Vuestra Reverencia ha dado,
abstrayéndose casi todo del fin único de los que viven
en ese Colegio, y entregándose a otros cuidados y
estudios que le embargan (...)
Queda claro lo que eran
esos "otros cuidados y estudios que le embargan" al
padre Clavijero, no eran otros que los códices aztecas y
libros de la época de la conquista que se guardaban en
el colegio vecino, como apreciada herencia de don Carlos
de Sigüenza y Góngora al Colegio de San Pedro y San
Pablo. Clavijero —dice Maneiro en su biografía—
siguió a Sigüenza como ejemplo en sus investigaciones y,
viendo aquellos volúmenes, se llenó de sumo placer por
razón de la sincera benevolencia con que amaba a los
indios. Y no dejaba de admirar el pulido papel de los
antiguos indígenas antes de serles conocida la cultura
europea. En cuanto a aquellas inscripciones
jeroglíficas, siempre las retuvo en su memoria y nunca
cesó de entregarse a admirables esfuerzos con el fin de
comprenderlas...
Es probable que como
resultado de la amonestación del padre Pedro Reales
previsor de la Orden, el padre Clavijero fue enviado a
la ciudad de Puebla al Colegio de San Javier dedicado a
la formación de jovenes indígenas, lugar donde pasó tres
años. En 1764 sus superiores le trasladaron a Valladolid
(hoy Morelia) para hacerse cargo de la asignatura de
filosofía en el seminario mayor de la localidad. La
buena labor desarrollada le valió para se enviado a la
ciudad de Guadalajara una población más importante que
sus dos anteriores destinos, en donde también le fue
encargada la cátedra de filosofía. Es allí en donde
redactó y concluyó su tratado de Physica Particularis
que junto con Cursus Philosophicus revelan su
pensamiento filosófico-científico.

El padre Francisco
Javier Clavijero, además de haber sido religioso,
historiador, docente
y naturista se dio tiempo para
escribir aparte de la obra monumental en la que compone
la historia de los mexicanos, los siguientes libros o
ensayos:
-
La
Historia de la Antigua o Baja California
en cuatro tomos. Un sumario de obras de los
misioneros jesuitas que vivieron en la península de
Baja California, entre ellos los sacerdotes
jesuitas, Miguel Venegas, Juan María Salvatierra,
Eusebio Francisco Kino, Juan de Ugarte, Francisco
María Piccolo, Fernando Consag y otros más.
-
Un
ensayo titulado Physica particularis.
-
Una
disertación titulada Cursus philosophicus
-
Una
historia en que narra las apariciones de la Virgen
de Guadalupe.
-
Un
ensayo titulado Frutos en que comercia o
puede comerciar la Nueva España.
-
Infinidad de cartas, ensayos y disertaciones sobre
la cultura mexicana, sobre ciencias naturales, sobre
filosofía y otros temas.
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